viernes, 1 de marzo de 2013

DÍA 2

A los 19 años me casé y a los 20 cumplí mi más grande ilusión: nació mi primer hijo y, pasé de ser la hija que abre la nevera para comer de lo que hay, a ser la  responsable de que en la nevera hubiese algo que coger, para lo que disponía, sinceramente, de pocos recursos.
A los 26 años tuve a mi segundo retoño, una hermosa niña, y a los 32, de nuevo, otra niña, preciosa.
A mis 40 compramos nuestra primera casa. Yo siempre había querido una casita con jardín y, nuevamente, cumplí mi ilusión, pues la casita tenía una gran parcela y una bonita piscina... plantamos algunos árboles frutales, arreglamos el huerto y empezamos a disfrutar de una nueva vida en otro entorno, en la montaña.
Para aquel entonces, tanto mi esposo como mis hijos ya estaban acostumbrados a que las musas me visitaran cíclicamente y, por aquellos días tuve un pensamiento inquietante, había cumplido todas mis ilusiones: casarme con un hombre maravilloso, tener a mis hijos que eran mi mayor logro, tener una casa con jardín... pero mi ilusión más añeja, la que me acompañaba desde mi niñez, no estaba cumplida: tenía que escribir una novela. Me puse como meta que yo, no tuviera más de 50 años para que la novela fuera publicada. 
Fue una decisión secreta que no compartí con nadie.

Y, a los 55 años aún no había escrito ni una sola palabra de aquella decisión.

lunes, 25 de febrero de 2013

DÍA 1

Lo normal es que las mujeres de mi edad, cuando eran niñas, soñaban con ser azafatas, enfermeras, maestras, misioneras o artistas (como Conchita Velasco). Hoy en día, las niñas sueñan con ser modelos, cantantes, barbies y, como no, millonarias.  
Pero yo, desde muy pequeña, soñaba con ser poetisa... sí, sí, poetisa... qué queréis que os diga, es lo que yo soñaba. Un poco rarita era, para que engañarnos. Con deciros que entendía a Santa Teresa en aquello de "que muero porque no muero".
Pero, como es normal fui creciendo y, otros anhelos hasta entonces desconocidos, se adueñaron de mis pensamientos  y, aunque seguía dándole  vueltas al sentido de la vida que para mí era ser poeta, y el misterio de la muerte ocupaba gran parte de mi pensamiento, llegó el día que, como bien decía mi amiga Nieves "no se le pueden cortar todas las flores a Mayo", así que, con 15 años me enamoré de quien hasta hoy es mi esposo.
Aquello, si que fue para mí una locura: mi espíritu tratando de entender la vida y la muerte, y mi alma corriendo en pos de aquella nueva y vertiginosa sensación. Mis poemas estaban llenos de besos, pasión, muertes y entierros...